Para comenzar
nuestros días de retiros, vamos a precisar el camino que vamos a andar, con la
asistencia del Espíritu Santo, que nos ha de conducir, según se puede
parafrasear del evangelio de San Lucas cuando dice que Jesús fue al desierto
después del bautismo en el Jordan. Dice el evangelista que Jesús “era conducido por el Espíritu en el
desierto” (cfr. Lucas 4, 1-14). Esa afirmación de Lucas implica la
asistencia trinitaria. Va al desierto, pero conducido.
También nosotros.
Vamos al retiro con la certeza de estar conducidos. Eso nos evitará cualquier
posibilidad de sucumbir ante las penurias que nos vengan en el desierto. Y
tomemos como parecido a desierto, como lugar solitario y lejos de la
civilización y de nuestros mundos cotidianos, el lugar del retiro espiritual de
este año (Caripe del Guácharo). Y como experiencia de “conducido”, el hecho de no hacer una separación de nuestra realidad
sacerdotal, en comunión con la
Iglesia de todos los tiempos, al cumplir el mandato canónico
de realizar retiro espiritual una vez al año (cfr. Canon 276, # 4). Y ya eso,
nos da la certeza de la sumisión, y la experiencia de cumplir lo que nos
corresponde, en total y absoluta obediencia. Eso nos asegura la “conducción del espíritu en el desierto”;
y más aún, de estar “lleno de Espíritu
Santo”, como en el caso de Jesús (cfr. Lc. 4, 1), para cumplir el mandato
del Padre, en el caso de Jesús, en y con el Espíritu; y por el mandato de la Iglesia, en el caso
nuestro, también asistidos por el Espíritu, que es al fin y al cabo obra suya,
que no es otra cosa que la misma de la Iglesia.
Eso por una parte.
Por la otra, vamos
a precisar el objetivo de lo que vamos a hacer “en el desierto”. San Mateo precisa que “para ser tentado por el diablo” (Mt. 4,1), en el caso de Jesús. En
nuestro caso, no tanto para semejante reto y compromiso, sino porque es preciso
que según Tradición de la
Iglesia, volvamos a tomar conciencia de que hemos sido
llamados y enviados (cfr. todo el capítulo 15 del evangelio de San Juan). Y
esto nos precisa el objetivo. Es decir, para volver a hacer contacto con la
misión a la que hemos estado siempre vinculados. La tentación podría
presentarse en el caso de que se nos olvide que no es nuestra, ni mucho menos,
la misión y tarea, sino que es de otro, de quien es la iniciativa. Y si por
debilidad nuestra hayamos invertido el orden, al colocar como nuestro lo que no
es, y nos hayamos aferrado a esa pretensión; entonces, podamos recapacitar y
comprender que el núcleo de toda
tentación es apartar a Dios para que pase a ser secundario, o incluso superfluo
y molesto, poniendo orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios (cfr.
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, Primera parte, desde
el Bautismo a la
Transfiguración, Editorial Planeta, Bogotá, 2007, p. 52).
Ese es el objetivo de nuestro retiro espiritual, por
lo menos en este año. Colocar en orden las cosas, y poner en claro otra vez, como
siempre ha de ser el objetivo de todos los retiros, “y poner las cosas en su santo lugar”, como se decía cuando de niño
se jugaba en nuestras canciones infantiles, pero por muy ciertas para nuestra
tarea de siempre.
El diablo muestra ser un gran conocedor de las
Escrituras, sabe citar el Salmo con exactitud; todo el diálogo de la segunda
tentación aparece formalmente como un debate entre dos expertos de las
Escrituras: el diablo se presenta como teólogo, añade Joachim Gnilka. El diablo
cita el Salmo 91: «Porque a sus ángeles
ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra» (Joseph Ratzinger (Benedicto
XVI), Jesús de Nazaret, pp. 59-60).
Ya tenemos precisado el objetivo.
Ahora vamos a precisar el método.
1) Aplicaremos el método de la relación; es decir, de
un punto pasaremos al siguiente en la búsqueda y del encuentro, pero con un
objetivo claro, por supuesto (la riqueza de la parábola del hijo pródigo en
relación de sentido unitario de la Revelación).
2) Procuraremos partir de cero y en ascendente. Paso a
paso en conexión relacional (dialéctica, de menos a más). Será el método de
encontrar-encontrando (o de aprender-aprendiendo). O sea, la aplicación de la
sorpresa. Aquí haremos uso del recurso intuitivo de la insinuación de poeta,
que vibra y descubre que todo es un sacramento, porque todo le habla de algo
más allá de lo que se ve a simple vista (cfr. Hermann Hesse, El diario de Badem; El artista y el bien
común, en Carta del santo padre Juan Pablo II a los artistas, Vaticano, 4
de abril de 1999, Pascua de Resurrección).
3) Esto requerirá mucha humildad de parte de todos.
Sobre todo, porque se tratará de aplicar el método de la mayéutica (hacer parir
la mente, según Sócrates: “yo sólo sé,
que no sé nada”), para lo que haremos y aplicaremos el método de la
pregunta (cfr. Hans Dieter Bastian, Teología de la pregunta), y nos
soportaremos en la duda metódica (Renato Descartes: “pienso, luego existo”). Esto nos llevará a aprender y a descubrir
cosas nuevas. Para eso la humildad, porque nos va a exigir el renunciar a lo
que ya sabemos de antemano, para disponernos a la apertura. Ese va a ser
nuestro recorrido.
Proponemos el método y la modalidad judía de oración y
meditación: el dáat (sabiduría (o intuición), entendimiento y comprensión:
jojmá-dáat-biná), hasta con su movimiento cadencioso con todo el cuerpo (Salm
35, 10: “Todos mis huesos dirán: “Oh, el
eterno, ¿quién como Tú…”). O lo que es lo mismo de “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4;
cfr. Mt. 22, 37; Lc. 10, 27).
Con toda su aplicación de sentido
unitario de la Escritura,
donde Jesucristo, la
Revelación del Padre, es el centro, y al que va todo el
Antiguo y el Nuevo Testamentos.
Cada vez que
tratamos la parábola del hijo pródigo, no deja nunca de conmovernos, y cada vez
que la escuchamos o la leemos tiene la capacidad de sugerirnos significados
siempre nuevos (cfr. Ángelus del Papa
Benedicto XVI, Plaza de San Pedro, domingo 14 de marzo de 2010, IV domingo de
Cuaresma).
1. Una mirada a la parábola del hijo pródigo (San Lucas 15, 1-3. 11-32).
2. Estudio comparativo de los personajes de la parábola.
3. Aplicaciones y enriquecimientos.
1) Hacer “Teología Bíblica” (cfr.
Optatam totius, 16), teniendo como única fuente las Sagradas Escrituras,
especialmente el evangelio de San Lucas.
2) Hacer teología; y desde ahí,
hacer espiritualidad. Ya que no se puede hacer auténtica espiritualidad, si
antes no se tiene y se hace una buena teología. De hecho, la espiritualidad
verdadera es pura teología, pero con la especificidad de que tiene que ser
bíblica; es decir, desde la
Biblia y con sentido de fe, que es la base de todo (cfr. Dei Verbum, Presbyterorum ordinis,
Sacrosanctum concilium, etc.; véase la bibliografía).
A través de las
ponencias: dos en las mañanas, y una en la tarde. Y con la ayuda de material
audiovisual, además del material escrito que todos tendrán como apoyo.