La parábola del hijo
pródigo
Existen pasajes de los Evangelios
que nos sorprenden por su riqueza, tanto de imágenes, como de lecciones. El
pasaje de la parábola del hijo pródigo es uno de ellos. Además, es en la
parábola del hijo pródigo en donde se manifiesta de manera más precisa y clara
la misericordia, y donde está como en resumen el mensaje de Jesús. Sin
descartar, por supuesto, las Bienaventuranzas, las otras dos parábolas de mayor
peso, en ese sentido, son la historia del buen samaritano, y el relato del rico
epulón y el pobre Lázaro, según la mentalidad de San Lucas.
Vamos a intentar adentrarnos en la
parábola del “hijo pródigo”.
Dejémonos invadir de todas las sorpresas.
Busquemos todos los recovecos que nos permita la osadía de estar inquietos, y
veamos por qué caminos nos puede llevar.
Lo primero que tenemos que hacer,
ciertamente, es colocar el texto que vamos a estudiar. Dice:
Jesús les
dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su
padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les
repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo
suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre
terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un
habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban
ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie
le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de
mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al
cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."Pero el padre dijo a
sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo
en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo;
celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo
mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música
y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le
contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado,
porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar;
pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya,
a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y
cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres,
le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano
tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»(San Lucas 15, 1-3. 11-32).
Impresiones y notas de la parábola (todas las posibles
en lluvia de ideas).
Justificación
de este intento:
“El que
consagra su vida a reflexionar sobre la
Ley del Altísimo… busca la sabiduría de todos los antiguos y
dedica su tiempo a estudiar las profecías; conserva los dichos de los hombres
famosos y penetra en las sutilezas de
las parábolas; indaga el sentido oculto de los proverbios y estudia sin cesar
las sentencias enigmáticas. Presta servicio entre los grandes y se lo ve en
la presencia de los jefes; viaja por países extranjero, porque conoce por
experiencia lo bueno y lo malo de los hombres” (Eclesiástico 39, 1-4; el negrillas es mío).
Eso intentaremos:
“PENETRAR en
las sutilezas de las parábolas; INDAGAR el sentido oculto de los proverbios y ESTUDIAR
sin cesar las sentencias enigmáticas”.
Además, se trata de oír-no oír, y de ver-no ver, que es el sentido y el misterio de las
parábolas según el mismo Jesús (cfr. San Lucas 8, 10).
Repetimos lo
que se dijo:
Cada vez que
tratamos la parábola del hijo pródigo, no deja nunca de conmovernos, y cada vez
que la escuchamos o la leemos tiene la capacidad de sugerirnos significados
siempre nuevos (cfr. Ángelus del Papa
Benedicto XVI, Plaza de San Pedro, domingo 14 de marzo de 2010, IV domingo de
Cuaresma).
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