viernes, 23 de diciembre de 2016

Precisión del método y del estilo de este retiro


Para comenzar nuestros días de retiros, vamos a precisar el camino que vamos a andar, con la asistencia del Espíritu Santo, que nos ha de conducir, según se puede parafrasear del evangelio de San Lucas cuando dice que Jesús fue al desierto después del bautismo en el Jordan. Dice el evangelista que Jesús “era conducido por el Espíritu en el desierto” (cfr. Lucas 4, 1-14). Esa afirmación de Lucas implica la asistencia trinitaria. Va al desierto, pero conducido.
También nosotros. Vamos al retiro con la certeza de estar conducidos. Eso nos evitará cualquier posibilidad de sucumbir ante las penurias que nos vengan en el desierto. Y tomemos como parecido a desierto, como lugar solitario y lejos de la civilización y de nuestros mundos cotidianos, el lugar del retiro espiritual de este año (Caripe del Guácharo). Y como experiencia de “conducido”, el hecho de no hacer una separación de nuestra realidad sacerdotal, en comunión con la Iglesia de todos los tiempos, al cumplir el mandato canónico de realizar retiro espiritual una vez al año (cfr. Canon 276, # 4). Y ya eso, nos da la certeza de la sumisión, y la experiencia de cumplir lo que nos corresponde, en total y absoluta obediencia. Eso nos asegura la “conducción del espíritu en el desierto”; y más aún, de estar “lleno de Espíritu Santo”, como en el caso de Jesús (cfr. Lc. 4, 1), para cumplir el mandato del Padre, en el caso de Jesús, en y con el Espíritu; y por el mandato de la Iglesia, en el caso nuestro, también asistidos por el Espíritu, que es al fin y al cabo obra suya, que no es otra cosa que la misma de la Iglesia.
Eso por una parte.



El objetivo:


Por la otra, vamos a precisar el objetivo de lo que vamos a hacer “en el desierto”. San Mateo precisa que “para ser tentado por el diablo” (Mt. 4,1), en el caso de Jesús. En nuestro caso, no tanto para semejante reto y compromiso, sino porque es preciso que según Tradición de la Iglesia, volvamos a tomar conciencia de que hemos sido llamados y enviados (cfr. todo el capítulo 15 del evangelio de San Juan). Y esto nos precisa el objetivo. Es decir, para volver a hacer contacto con la misión a la que hemos estado siempre vinculados. La tentación podría presentarse en el caso de que se nos olvide que no es nuestra, ni mucho menos, la misión y tarea, sino que es de otro, de quien es la iniciativa. Y si por debilidad nuestra hayamos invertido el orden, al colocar como nuestro lo que no es, y nos hayamos aferrado a esa pretensión; entonces, podamos recapacitar y comprender que el núcleo de toda tentación es apartar a Dios para que pase a ser secundario, o incluso superfluo y molesto, poniendo orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios (cfr. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, Primera parte, desde el Bautismo a la Transfiguración, Editorial Planeta, Bogotá, 2007, p. 52).
Ese es el objetivo de nuestro retiro espiritual, por lo menos en este año. Colocar en orden las cosas, y poner en claro otra vez, como siempre ha de ser el objetivo de todos los retiros, “y poner las cosas en su santo lugar”, como se decía cuando de niño se jugaba en nuestras canciones infantiles, pero por muy ciertas para nuestra tarea de siempre.

Posible tentación:


El diablo muestra ser un gran conocedor de las Escrituras, sabe citar el Salmo con exactitud; todo el diálogo de la segunda tentación aparece formalmente como un debate entre dos expertos de las Escrituras: el diablo se presenta como teólogo, añade Joachim Gnilka. El diablo cita el Salmo 91: «Porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra» (Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, pp. 59-60).
Ya tenemos precisado el objetivo.
Ahora vamos a precisar el método.

El método:


1) Aplicaremos el método de la relación; es decir, de un punto pasaremos al siguiente en la búsqueda y del encuentro, pero con un objetivo claro, por supuesto (la riqueza de la parábola del hijo pródigo en relación de sentido unitario de la Revelación).
2) Procuraremos partir de cero y en ascendente. Paso a paso en conexión relacional (dialéctica, de menos a más). Será el método de encontrar-encontrando (o de aprender-aprendiendo). O sea, la aplicación de la sorpresa. Aquí haremos uso del recurso intuitivo de la insinuación de poeta, que vibra y descubre que todo es un sacramento, porque todo le habla de algo más allá de lo que se ve a simple vista (cfr. Hermann Hesse, El diario de Badem; El artista y el bien común, en Carta del santo padre Juan Pablo II a los artistas, Vaticano, 4 de abril de 1999, Pascua de Resurrección).
3) Esto requerirá mucha humildad de parte de todos. Sobre todo, porque se tratará de aplicar el método de la mayéutica (hacer parir la mente, según Sócrates: “yo sólo sé, que no sé nada”), para lo que haremos y aplicaremos el método de la pregunta (cfr. Hans Dieter Bastian, Teología de la pregunta), y nos soportaremos en la duda metódica (Renato Descartes: “pienso, luego existo”). Esto nos llevará a aprender y a descubrir cosas nuevas. Para eso la humildad, porque nos va a exigir el renunciar a lo que ya sabemos de antemano, para disponernos a la apertura. Ese va a ser nuestro recorrido.
Proponemos el método y la modalidad judía de oración y meditación: el dáat (sabiduría (o intuición), entendimiento y comprensión: jojmá-dáat-biná), hasta con su movimiento cadencioso con todo el cuerpo (Salm 35, 10: “Todos mis huesos dirán: “Oh, el eterno, ¿quién como Tú…”). O lo que es lo mismo de “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4; cfr. Mt. 22, 37; Lc. 10, 27).

El tema:

Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31), tomado de la parábola del hijo pródigo.

            Con toda su aplicación de sentido unitario de la Escritura, donde Jesucristo, la Revelación del Padre, es el centro, y al que va todo el Antiguo y el Nuevo Testamentos.
Cada vez que tratamos la parábola del hijo pródigo, no deja nunca de conmovernos, y cada vez que la escuchamos o la leemos tiene la capacidad de sugerirnos significados siempre nuevos (cfr. Ángelus del Papa Benedicto XVI, Plaza de San Pedro, domingo 14 de marzo de 2010, IV domingo de Cuaresma).

Pasos:


1.      Una mirada a la parábola del hijo pródigo (San Lucas 15, 1-3. 11-32).
2.      Estudio comparativo de los personajes de la parábola.
3.      Aplicaciones y enriquecimientos.

Propósito:

           
            1) Hacer “Teología Bíblica” (cfr. Optatam totius, 16), teniendo como única fuente las Sagradas Escrituras, especialmente el evangelio de San Lucas.
            2) Hacer teología; y desde ahí, hacer espiritualidad. Ya que no se puede hacer auténtica espiritualidad, si antes no se tiene y se hace una buena teología. De hecho, la espiritualidad verdadera es pura teología, pero con la especificidad de que tiene que ser bíblica; es decir, desde la Biblia y con sentido de fe, que es la base de todo (cfr. Dei Verbum, Presbyterorum ordinis, Sacrosanctum concilium, etc.; véase la bibliografía).


Metodología:



A través de las ponencias: dos en las mañanas, y una en la tarde. Y con la ayuda de material audiovisual, además del material escrito que todos tendrán como apoyo.

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