viernes, 23 de diciembre de 2016

Victima de una injusticia


            Se complica la parábola. Pero nos abre nuevos horizontes. Pareciera que prevalecieran las contradicciones, tanto en el caso de Caín y Abel, como en el caso del hijo mayor y el hermano menor, en relación a la preferencia del padre. Es evidente que no encuadran con lo debe ser lógico en el orden de las cosas. Esta puede ser la gran sorpresa del contenido de la parábola del hijo pródigo, sobre todo, teniendo en cuenta que el único evangelista que cuenta esta parábola es San Lucas. Y conociendo la temática de este autor no es de extrañar su rica y entrelazada relación compendiada con todo el Antiguo Testamento. De hecho, es propio del evangelio de San Lucas encontrar compendios comprensivos del Antiguo Testamento colocados como continuación en su temática cristológica. Así, encontramos en el evangelio de San Lucas, en el caso de la Virgen María, por citar uno, una estrecha conexión con los textos del Antiguo Testamento (cfr. 1 Sam. 2, 1-10), que en la temática de San Lucas es continuación y prolongación[1].

La justicia-injusticia: mayor complicación:

            Es, en todo caso, desconcertante el rompimiento de toda lógica humana el procedimiento de Dios, en el caso de sus preferencias. Ya queda pautado así desde un comienzo con la historia (o cuento teológico) de Caín y Abel, y la preferencia de Dios. Pareciera que se confirmara con la aplicación profunda de la parábola del hijo pródigo. Y hasta se pudiera encontrar alguna conexión con el libro de Job, al relacionar a Job con el hermano mayor, en una injusticia a todas vista más que clara, por lo menos considerada por el propio hermano mayor. Si es así, es, entonces, una sorpresa maravillosa lo que contiene esta parábola. Entonces, el tema principal de la parábola del hijo pródigo es la contradicción de Dios, según los parámetros humanos. Porque se rompe toda lógica. El hermano mayor, como victima y afectado en sus patrones de comportamiento, no es otra cosa que el mismo Job, a quien le cometen una gran injusticia. Y esto es un misterio que no tiene respuesta ni explicación. De allí, que como recurso literario, se busque personificar en forma de cuento en el caso de Job, y en forma de parábola en el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, para buscar explicación a lo que como injusticia no tiene sentido desde cualquier explicación humana, sino como “MISTERIO”.
            Sorpresa de sorpresas. Ahora se podría entender lo que dice el libro del Eclesiástico 39, 1-4, cuando dice que las parábolas son enigmas[2], y que hay que intentar penetrar en ellos. Y esta parábola es más que un enigma. Es un hechizo que envuelve y subyuga al comprender (el primer elemento de la aplicación del método judío de oración: Jojmá: intuición, o sabiduría) lo que se está comprendiendo (el segundo paso del método judío: Biná: entendimiento), para quedarnos cada vez más sorprendidos (el tercer paso del método judío del dáat: dáat, propiamente)[3]. Desde nuestro análisis, ciertamente, esto es un descubrimiento y una maravillosa sorpresa. Además, se trata de oír y no oír, de ver y no ver, por eso el significado profundo de las parábolas, como responde Jesús a sus apóstoles de por qué hablaba en parábolas, según el mismo San Lucas 8, 10 y sus paralelos, aplicándose una vez más un opuesto, como patrón de interpretación (oír-no oír; ver-no ver).
            Pero, volvamos en lo que íbamos.


Víctima de intereses de familia:

            Por otra parte, por ser el hijo mayor gozaba de la progenitura. Pero no por eso era una garantía, porque la podía perder, como en el caso de Jacob y Esaú (cfr. Gen. 27). Y este nuevo elemento vuelve a colocarnos en un hallazgo que nos hace ver la parábola del hijo pródigo con más respeto y admiración. Precisamente, porque hay muchos elementos implícitos y fascinantes. Es, entonces, cuando comienza a aparecer un personaje no nombrado para nada en la parábola, y que es posible su existencia, desde estas nuevas perspectivas. Es el puesto de la mujer o de las mujeres del padre de los dos hijos de la parábola del hijo pródigo. Porque, no es de descartarse la posibilidad de que hayan sido hijos en diferentes madres, como en el caso de Abraham-Agar-Sara, e Ismael-Isaac (cfr. Gn. 16). Eso es posible. Pero en el caso de que no haya sido así, sino que ambos hayan sido de una misma madre, no podemos pasar por alto la experiencia de la usurpación de la progenitura en el caso de Esaú, a quien le fue robada por parte de Jacob, con total y absoluta complicidad y obra de la madre, Rebeca.
            ¿Y, si en el caso de la parábola del hijo pródigo, la madre se confabularía a favor del hijo menor, en desventaja hacia el hijo mayor? Esa posibilidad abre mucho camino. Y ayuda a comprender un poco al hermano mayor. No tanto porque el hijo menor le hubiese usurpado la progenitura al hermano mayor, sino porque el menor se hubiese adelantado para sacar ventaja, como ventaja había sacado Jacob en la historia de la bendición de Isaac a Esaú, como iniciativa y obra de Rebeca (cfr. Gn. 16:1-4, 15).

La injusticia, tema recurrente en la Biblia:

            Se complican las cosas.
Pero abren horizontes para comprender, tal vez, un poco al hermano mayor. Tal vez, el hijo mayor debería pasar de ser juzgado como egoísta, a ser visto, más bien, como victima de las circunstancias. Y ¿qué relación habrá de fondo con el libro de Job, en donde el personaje también es victima de una injusticia? Job reclama su derecho. También lo hace el hijo mayor de la parábola. Las cosas no estaban claras, según Job. Tampoco para el hijo mayor. Y eso que ambos eran modelos y ejemplos. ¿No estará latente la misma idea en ambos casos? Pareciera que si.
Un detalle que hace la diferencia con el recibimiento del hijo menor, por parte del padre en relación al hijo mayor es, que sucede un diálogo entre el hijo mayor y el padre. Cosa que no se da con el hijo menor. Allá se da el recibimiento, y no hay palabras para el hijo menor, sino la orden para que le pongan el anillo y lo vistan bien (cfr. Lc. 15, 22-23). Mientras que con el hijo mayor hay un diálogo y un gesto (cfr. Lc. 15, 31). El diálogo es para que el hijo mayor reconsidere su postura; esas son las palabras. Y el gesto, es la espera por la respuesta. No sucede igual con el hijo menor. Sólo el gesto de amor, sin palabras. Como con el hijo mayor, en el diálogo, igual sucede con Job: hay un diálogo y una espera, a pesar de que Job no es reconocido en la injusticia que se le estaba cometiendo por parte de Dios, en la apuesta de Dios con el Satán (cfr. Jb. 1, 6ss; Daniel Albarrán, Los zapatos de Job), y en la que Job reclama, igualmente, su derecho; y por el contrario, Dios apabulla a Job con la muestra de su poderío (cfr. Jb. 42, 1-6). Ante esa realidad, Job reconoce y descubre, al mismo tiempo, que no conocía a Dios, sino de oídas, y no lo han visto sus ojos, como para comprender que Dios nunca va a reconocer que se está cometiendo con su situación una gran injusticia, fruto de una apuesta; en donde ninguno de los apostadores reconoce, ni haber ganado, ni haber perdido; ni siquiera de tener otra reunión para deshacer o por dar por terminada la apuesta (cfr. Jb 1, 6ss).
Otro detalle en cuanto al hijo mayor, es que cuando comienza la parábola a hablar propiamente de él, dice que “estaba en el campo” (cfr. Lc. 15, 25).
            A este punto de nuestro avance, surgen muchas preguntas y cuestionamientos, como: ¿Será lo de que la misericordia de Dios, en el caso del padre de los dos muchachos, es un misterio? ¿Será que se sigue la idea en la parábola de la aparente injusticia de Dios, como en el caso de Caín y Abel, en cuanto a lo de la preferencia del sacrificio que estos hacían? Una cosa queda clara: la astucia. En el caso de Esaú y de Jacob, con la ayuda de Rebeca, la madre. ¿Habrá alguna relación con la exclusión del hijo mayor de Abraham en la esclava, en el caso de Ismael e Isaac, en donde la madre de Isaac expulsa a la madre de Ismael? (cfr. Gn. 16:1-4, 15). También queda claro la astucia del hijo menor, respecto a la manipulación del padre. Además, el tema de la astucia es un tema presente en toda la Biblia; y sobre esa astucia se basa toda la historia del pueblo de Israel. Véase, por ejemplo, la historia de Abraham que hace pasar a su mujer como su hermana ante el Faraón (cfr. Gn. 12, 10-20), para sacar ventajas; el caso del nacimiento de Esaú y de Jacob, en el que Jacob agarraba el talón de Esaú (cfr. Gn. 25, 24-28); la venta de la progenitura de Esaú por un guiso (cfr. Gn. 25, 29-34); la usurpación de la progenitura por parte de Jacob (cfr. Gn. 27); etc. Además, el mismo Jesús en algunas de las parábolas exalta la astucia y la viveza, como en el caso de la misma parábola del hijo pródigo, o en la parábola del administrador astuto (cfr. Lc. 16, 1-13). Por otro lado, hay otra gran injusticia en el caso de María la Virgen en la anunciación, en relación a la objeción en la comparación con el padre de Juan el Bautista; en ambos casos hay una objeción, y en uno se es benevolente, y en el otro se recibe un castigo, al quedarse mudo (cfr. Lc. 1, 5-38).
            ¿No se dará esa misma experiencia en Jesús, en el caso del grito en la cruz? ¿No será la misma experiencia del hermano-hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, que a su vez, pareciera ser la misma experiencia de Job, con la de Jesús en la cruz; en donde la injusticia de Dios es, justamente, su propia justicia, que es “misericordia”, que supera toda dimensión de comprensión humana; y todo ello oculto y dicho en esa maravillosa parábola, en donde pareciera que hay conexión del hijo mayor con la experiencia de la cruz de Jesús?



[1] Véase, por ejemplo la continuidad de Salmos 2, 18; Isaías 61, 10; Levítico 18, 3; Salmos 18, 3;; Isaías 40, 29; Salmos 113, 9; Isaías 54, 1; 2 Reyes 5, 7; Deuteronomio 32, 39; Sabiduría 16, 13; Tobías 131, 2; Job 9, 6; 38, 6; Salmos 98, 9
[2] “el que consagra su vida a reflexionar sobre la Ley del Altísimo… busca la sabiduría de todos los antiguos y dedica su tiempo a estudiar las profecías; conserva los dichos de los hombres famosos y penetra en las sutilezas de las parábolas; indaga el sentido oculto de los proverbios y estudia sin cesar las sentencias enigmáticas. Presta servicio entre los grandes y se lo ve en la presencia de los jefes; viaja por países extranjero, porque conoce por experiencia lo bueno y lo malo de los hombres” (Eclesiástico 39, 1-4; las negrillas son mías). Véase también Salm. 78, 2.
[3] O sería lo mismo que “escucha Israel, amarás al Señor tu Dios…”

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